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Acompaño a mujeres de todo el mundo a manejar y superar la fatiga, afrontar los cambios, y las decisiones médicas y mejorar su salud. Trabajo con respaldo científico y un enfoque funcional.

Gracias por visitar mi página, este pequeño rincón donde espero que encuentres una versión de ti más saludable, feliz y llena de energía.

Está soy yo

Soy Health and Wellness Coach certificada por la Universidad de Georgetown. Una mujer felizmente casada viviendo en familia la expatración por el mundo, madre de dos seres humanos maravillosos y una perrita, y esta es mi historia…

Soy de Colombia -con profundos lazos con Italia y Alemania-, y a lo largo de mi vida he vivido en varios países en Asia, Europa, África y Latinoamérica. Formamos parte de esa gran comunidad de expatriados en el mundo de la cooperación internacional que estamos siempre en movimiento…adaptándonos, cambiando, explorando, entendiendo culturas, y por supuesto, intentando hacer de cada país nuestro hogar. Junto a mi familia hemos vivido todo tipo de experiencias, desde situaciones hermosas e inolvidables, hasta la guerra, y de todas ellas hemos aprendido algo.

Me apasionan muchas cosas: pasar tiempo de calidad con la gente que amo, las aventuras familiares, la fotografía, la meditación, el yoga, estar en la naturaleza, aprender nuevos idiomas y, por supuesto, los abrazos. La defensa de los derechos y la justicia social también corre por mis venas. Así que, a veces me pueden encontrar inmersa en un artículo médico o estudiando el comportamiento humano; otras, defendiendo una causa social, y claro! también bailando, compartiendo risas entre amigos y seres queridos, dando clases de canto a mi hija, disfrutando salidas con mi esposo o jugando con nuestra perra… pero a veces, la fatiga todavía me manda al sofá, y es una parte de la vida que he aprendido a aceptar y manejar.

Cómo llegué hasta aquí

Siempre he sentido una pasión profunda por la salud y aun me arrepiento de no haber estudiado medicina. A través de los años, construí una carrera en cooperación internacional y desarrollo, como asesora en comunicación y reputación institucional. En 2013, poco después del nacimiento de mi segunda hija, empecé a enfermarme. Viajé a varios países en busca de respuestas a mi “enfermedad misteriosa”. En esa búsqueda, tuve que además someterme a varias cirugías que se atravesaron en el camino: una mastectomía, una histerectomía, la extracción de los implantes de silicona y dos reconstrucciones mamarias (aún en proceso).

A pesar de estar en manos de especialistas de primer nivel, mi salud siguió deteriorándose hasta el punto de tener que despedirme de mi esposo en aquel día en que sentí sería el último. Poco después de ese día, -y cuatro años después de mis síntomas iniciales-, finalmente logré obtener un diagnóstico: los informes decían “neuroborreliosis”. “Muy tarde para lograr una crua definitiva”, es lo que escuché decir. Para entonces, mis días pasaban entre una gran variedad de síntomas: “brain fog”, parestesias, POTS, pérdida de memoria, fatiga y alrededor de 30 más. Algunos días me sentía mejor y funcional, podía asistir a eventos sociales o participaba en actividades escolares, incluso lograba trabajar un poco; otros días me quedaba confinada en la casa o incluso en la cama.

Durante todo este tiempo, me convertí en un miembro activo de mi equipo médico y, al mismo tiempo, empecé a involucrarme en grupos de apoyo. Allí me di cuenta de cuánto me gusta ayudar a otros en este amplio mundo de la salud.

Con un enfoque funcional, logré mejorar de manera progresiva, logré volver a trabajar desde casa, hacer deporte, bailar y, en general, pude volver a disfrutar la vida a pesar de los altibajos —y, seamos honestos, a pesar de algunas recaídas también.

Mi síntoma más debilitante siempre ha sido la fatiga. Es claro que sin energía, apenas podemos funcionar. Por eso aprendí a manejar mi “batería” como lo haría con mi celular: estableciendo prioridades diarias y “desactivando” lo que podía dejar de lado. Y sí, algunos días dejo todo, excepto cuidar de mis hijos y mantener —en la medida de lo posible, y no siempre con éxito :) — una relación agradable con mi esposo.

Mi vida social también es algo que intento conservar, aunque a veces es muy difícil. Desde la distancia, el amor y apoyo de mi hijo mayor, mis padres, mi familia y mis mejores amigos han sido también fuentes de energía y felicidad.

Sanando, aprendiendo y ayudando a otros

He recorrido un largo camino en mi proceso de sanación. Hoy puedo disfrutar de una vida casi normal, mientras acepto y manejo los días difíciles que aún se hacen sentir. He aprendido que parte de mi alegría proviene de ayudar a otros.

En mi recuperación he explorado varios caminos y he probado una amplia variedad de tratamientos en distintos países. Guiada por especialistas de alto nivel en muchas áreas, he aprendido de cada experiencia. Algunas estrategias resultaron ser las piezas clave del rompecabezas, mientras que otras lastimosamente no. A lo largo de los años, esta “aventura” con mi salud me permitió conectar y colaborar con una red invaluable de profesionales médicos de distintas especialidades y en distintas latitudes. Ellos, no solo han sido fuente de conocimiento y sanación para mí, sino también quienes me apoyaron en la decisión de cambiar de carrera y dedicarme a la salud.

Durante esta travesía, me di cuenta de que muchas personas buscaban mi ayuda: pacientes, amigos, familiares y conocidos de amigos empezaron a contactarme. Me comprometí a ofrecer mi tiempo de manera voluntaria, brindando orientación basada en mi experiencia personal, conocimientos adquiridos y acceso a una red médica excepcional. Al mismo tiempo, aprendí a decir “no” cuando algo superaba mis límites. Tras diez años de voluntariado, decidí dar un giro profesional hacia la salud. Y pues, aquí estoy.

Un aspecto clave de mi proceso de sanación fue reflexionar sobre mi trabajo. Después de dos décadas, me sentía agotada de tener que adaptarlo a mi condición de salud y a la vida familiar. Así que decidí dejar mi empleo y empezar formalmente la formación profesional como Health and Wellness Coach en Washington DC. Desde entonces, sigo aprendiendo, creciendo y evolucionando, guiada por mi pasión, compromiso y respeto hacia quienes atraviesan desafíos similares. Me mantengo actualizada mediante cursos certificados por instituciones de alta calidad académica y aplico este conocimiento directamente en mi práctica, guiando y apoyando a cada clienta con atención y dedicación.

Creo firmemente que la salud mental, emocional y física son inseparables. Como seres humanos, somos un todo, y lo que sucede en la mente afecta al cuerpo y viceversa. Por eso, cuidar ambos aspectos con enfoques personalizados y basados en evidencia científica es lo que permite realmente mejorar. Y, a veces, “mejorar” no significa estar al 100% para correr una maratón, sino para disfrutar de una vida plena y satisfactoria.

Mi compromiso con la historia de cada clienta es inquebrantable. Mi objetivo es acompañarte en cada paso, para que al finalizar nuestro trabajo conjunto, te sientas más fuerte, equilibrada y más cerca de esa versión más saludable de ti misma.

Mis padres solían decir que somos lo que comemos, pero también los libros que leemos, los pensamientos que tenemos y las personas con quienes nos rodeamos… porque no solo necesitamos nutrir nuestro cuerpo, sino también nuestra mente y nuestra alma. Y aún hoy intento aplicarlo en mi vida.

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